No, ningún Dios, quiero
estar sola. Y un día vendrá, sí, un día vendrá en mí la capacidad tan roja y
afirmativa como clara y suave, un día lo que yo haga será ciegamente,
seguramente, inconscientemente, pisando en mí, en mi verdad, tan íntegramente
lanzada en lo que haga que seré incapaz de hablar, sobre todo un día vendrá en
que todo mi movimiento será creación, nacimiento, quemaré todas las naves que
existen dentro de mí, me demostraré a mí misma que nada hay que temer, que todo
lo que yo sea será siempre donde haya un mujer con mi principio, alzaré dentro
de mí lo que soy un día, a un gesto mío ondas se levantarán poderosas, agua
pura sumergiendo la duda, clara consciencia, seré fuerte como el alma de un
animal y cuando hable serán palabras no pausadas y lentas, no levemente
sentidas, no llenas de voluntad de humanidad, no el pasado corroyendo el
futuro, lo que yo diga sonará fatal e íntegro, no habrá ningún espacio dentro
de mí para que sepa que existe el tiempo, los hombres, las dimensiones, no
habrá ningún espacio dentro de mí para notar siquiera que estaré creando
instante por instante, no instante por instante: siempre fundido, porque
entonces viviré más que en la infancia, seré brutal y mal hecha como una
piedra, seré leve y vaga como lo que se siente y no se entiende, me rebasaré en
ondas, ah, Dios, y que todo venga y caiga sobre mí, hasta la incomprensión de
mí misma en ciertos momentos blancos porque basta cumplirme y entonces nada
impedirá mi camino hacia la muerte sin miedo, de cualquier lucha o descanso me
levantaré fuerte y bella como un caballo nuevo.
(Clarice Lispector. Cerca del corazón salvaje. Traducción de
Basilio Losada. Madrid, Alfaguara, 1977)
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