(Octavio Paz)
Tú eres el lenguaje profundo
Contigo todo tiene nombre
(Félix Grande)
Mudo que rompe a hablar
He querido expresarme
Toda mi vida he querido expresarme.
No tengo otro destino, otro afán, otra ley.
Fui actos sucesivos
y el olvido que destilaban
los corroía a ellos y a mí.
Sobre los actos fui palabras
y ellas buscaban una lumbre
que no me calentaba a mí.
Palabras y actos juntos
nada son sin placer del cuerpo.
Ahora regreso de esa vida umbría
buscando siempre calor de mujer.
Palabras y actos sólo allí me expresan.
Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje.
Todo cuanto pretenda enmudecerlo
maldito sea.
Vivir a cara o cruz
Carezca yo de ti
y al infortunio suceda la desgracia
y a la desgracia el cataclismo
y a todo ello asistiría
con el desinterés de un muerto.
Estés conmigo tú
y por cada brizna de dicha
que pretendan arrebatarnos
avanzarían desde mi corazón
espléndidos ejércitos de odio.
Tú puedes ser la espalda atroz de mi destino
o mi patria de carne.
Parábola
No hay amores malditos
Hay podre leyes usos
error espanto astucia
impotencias normas mentira
angustia doma compraventa
cobardía y calamidad
No hay amores malditos
Elogio de lo irreparable
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.
Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita «¡Venganza!»
Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.
Ensucian el lenguaje
Se les llena la boca de la palabra Juntos,
aprenden a decir Amor mío
como quien dobla cuidadoso un traje
o limpia el cepillo de dientes
Las bocas, las gargantas de su piel
se ahogan en un océano al que llaman Cariño:
un mar conservador y poderoso
como una tiranía
Antaño amantes con mano de tizón
se degradan hasta tibios esposos,
llegan a amarse como hermanos;
como parientes, como conocidos
Extraño incesto, extraño incesto
Llámanle Convivir a esa desgracia, Loba:
ensucian al lenguaje, al amor, a la vida
Primero nos trague la tierra
Infalibles, inmóviles, parlantes
Cien veces estuvieron a un paso
de persuadirme en su miseria.
Quédate –susurraban--, si delinques
te aplastará la soledad;
cuando tu juventud sea consumida
sólo tendrás las esquinas del mundo
y la noche con ratas y pobreza;
mas si te quedas serás agasajado
y nadie sufrirá por tu causa.
Quédate aquí. La ley cobija.
(Hablan bien estos miserables.)
Por entre la infección de sus salivas
cien veces mi vida y mi fiebre
y mi corazón emergieron
comiendo pan de rabia y orgullo
y pronunciando un no espantoso.
Tal vez soy inmortal.
Elogio de las bestias
¿Sabías que hay bestias mansas y leales
que cuando pierden su pareja
husmean el viento con hocico furioso
atacan braman reflexionan
se niegan a comer y giran y enloquecen?
(Félix Grande. Las rubáiyátas de Horacio Martín. Barcelona, Lumen, 1978. Estos poemas se leen igualmente en una edición, que
amplía y actualiza aquellas otras ediciones y reediciones de Seix Barral y
Anthropos de 1971, 1977, 1986 y 1989, de su poesía reunida en “Biografía
(1958-2010)”, Barcelona, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores,
2011. Imagen: El poeta, fotografiado por Ceferino López en 2008)
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