Porque
hace apenas unos años, a la pregunta del poeta Dennis O’Driscoll sobre «qué le
había enseñado la poesía» respondió: «Me ha enseñado que sí existe la verdad, y
que se puede decir. Que la subjetividad no se debe teorizar, y que vale la pena
defenderla. Que la poesía misma conlleva virtud, tanto en el sentido de excelencia
moral como en el de fuerza inherente, por el simple hecho de haberse fraguado;
por poseer, en términos clásicos: integritas, consonantia y claritas».
(Jordi Doce, “13 razones para leer a Seamus Heaney”:
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