jueves, 19 de marzo de 2015

Incandescendias


Una gran obra poética es menos el tri­unfo de una per­sona
que la ocasión que se nos ofrece a todos de reanudar una búsqueda idén­tica.
(Yves Bonnefoy)

Para ter­mi­nar, me gus­taría deten­erme un momento en esas líneas, en esos pasajes de un poema que cap­turan la aten­ción del lec­tor con más fre­cuen­cia que otros, y que al mismo tiempo devuel­ven al lector a lo que en real­i­dad es, en su propia vida, independientemente de la lec­tura que ha empren­dido y que ahora deja a un lado. Me pre­gunto si aún quienes pre­fieren pen­sar en tér­mi­nos de estruc­turas y efec­tos pro­fun­dos que unen a toda la mate­ria ver­bal, ¿no sue­len encon­trar en esos momen­tos de intensi­dad, de belleza, de repentina y poderosa sen­sación de cer­tidum­bre un indi­cio inequívoco de que la escrit­ura está con­de­nada a cierta het­ero­genei­dad? ¿Deberíamos sor­pren­der­nos ante esos cie­los despe­ja­dos en pleno tiempo nublado, ante esas súbitas ilu­mi­na­ciones, cuando la expe­ri­en­cia de lo que se nos rev­ela, con sus inno­va­ciones a lo que habita más allá del lenguaje, resulta sólo un tejido de momen­tos de ele­vación y de caída: instantes de entu­si­asmo —cuando los per­mite la con­fig­u­ración de cier­tas cir­cun­stan­cias, modificando la relación entre las pal­abras— acom­paña­dos de momen­tos en los que se aguarda en vano? Esta condi­ción fun­da­men­tal­mente cíclica de la expe­ri­en­cia vital no puede tra­ducirse a la con­tinuidad de un texto, a menos que se aban­done la ambi­ción que anima a esa expe­rien­cia; de otro modo, la escrit­ura adquiere un carác­ter frag­men­tario, se reanuda al azar y en momentos difer­entes, tras lo cual el libro que uno con­de­sciende a pub­licar no será sino una yux­ta­posi­ción de var­ios frag­men­tos, de entre los cuales un ojo exper­i­men­tado sabrá cómo entre­sacar las fisuras –aque­llos ver­sos que son a veces más inten­sos que otros— que recor­ren las plan­chas de metal y que con­ser­van indi­cios de antiguas incandescencias.

(Yves Bonnefoy. “Lever les yeux de son libre”, dans Nouvelle Revue de Psychanalyse (“La Lecture”), nº 37, París, Gallimard, 3 mai 1988)


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