martes, 17 de febrero de 2015

Silencio, palabras


Esta tarde he estado mirando unos dibujos japoneses con Glassner. Y de repente lo supe: así quiero escribir. Con mucho espacio alrededor de un par de palabras. Odio usar tantas palabras. Sólo quiero escribir palabras que se intercalen orgánicamente dentro de un gran silencio y no palabras que sólo sirvan para superar y perturbar ese silencio. En realidad las palabras deben acentuar el silencio. Como en ese dibujo japonés con la flor en rama ahí abajo. Unas cuantas pinceladas suaves —pero hay que ver cómo muestran el detalle más pequeño— y a su alrededor ese gran espacio que, sin embargo, no es un espacio vacío, sino un espacio animado. Odio la acumulación de palabras. En realidad se puede decir con muy pocas palabras el par de cosas importantes de la vida. Si alguna vez escribiera --¿escribir qué, en realidad?--, entonces me gustaría esbozar algunas palabras sobre un fondo mudo. Y será más difícil de reflejar y de animar ese silencio, ese callarse, que encontrar las palabras. Se trata de lograr una proporción correcta entre las palabras y los silencios, unos silencios en los que ocurran más acontecimientos que en todas las palabras que uno pueda reunir.

(Etty Hillesum. Una vida conmocionada. Diario 1941-1943. Traducción de Manuel Sánchez Romero. Barcelona, Anthropos, Colección Memoria Rota. Exilios y Heterodoxias, 43, 2007)

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