Se blasfema (o se santifica, o se ignora) el
nombre de Dios, pues todo lo que poseemos de Dios es su nombre.
(Émile Benveniste. “La blasfemia y la eufemia”, en Problemas
de Lingüística General, II. Traducción de Juan Almela. México, Siglo XXI,
1987, pág. 257)
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