Hace
falta no parar de contar historias del pasado, del presente o del futuro, que
mantengan en movimiento a la comunidad, que le devuelvan continuamente el
sentido de la propia existencia y de la propia lucha. Historias que no sean
nunca las mismas, que representen goznes de un camino articulado a través del
espacio y el tiempo, que se conviertan en pistas transitables. Lo que nos sirve
es una mitología abierta y nómada, en la que el héroe epónimo es la infinita
multitud de seres vivos que ha luchado y lucha por cambiar el estado de cosas.
Elegir las historias justas quiere decir orientarse según la brújula del presente.
(Henry
David Thoreau, en Antonio Casado da Rocha. Thoreau.
Biografía esencial. Prólogo de Joaquín Araújo. Ilustraciones de Paula Ortiz
de Luna. Madrid, Ediciones Acuarela, 2004)
Thoreau
era el único hombre que sabía leer la brújula, y ahora que ha muerto no tenemos
ninguna esperanza de volver a encontrarnos a nosotros mismos.
(Paul Auster. Leviatán.
Traducción
de Maribel de Juan.
Barcelona, Anagrama,
1993)
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