martes, 24 de septiembre de 2013

Caída


La idea nació en ti de una manera dulce: Dejar de ser. A menudo buscabas en vano la respuesta a aquella voz inoportuna que estaba por encima del cansancio y del abatimiento. Te apresurabas a escribir a los que amabas, a decirles que te encontrabas bien, que hacías muchas cosas, como si mentir fuese un exorcismo que tuviera el verdadero poder de alejarte de aquella idea. Luego mirabas las palabras escritas y te parecían tristes. La idea se había enviscado ya en la carne como un tendón; Dejar de ser. La idea era la carne misma. Como la camarera de una virgen arregla el vestido de la fiesta esculpiendo cada pliegue meticulosamente, así, cada pliegue de tu imaginación fue disponiéndose a la idea. Comenzaste a amarla cuando te quedabas solo, como si la idea fuese una pregunta y tú su respuesta. Todo fue natural y concebible; las tardes, los tedios, las terceras personas. La idea siempre estaba allí; al fondo del día, como un acontecimiento íntimo con el que jugabas. A menudo te decías “Hoy” pero creías que el día habría de llegar blandamente, como un verdadero consuelo, no como el fruto carnoso de la ira. Os tocabais ¿con qué? Con aletazos, como auténticos amantes, la muerte y tú. No querías elegirla, sino sentirte elegido por ella. Eso haría los desiertos habitables y deliciosos. Y en verdad vino como una amante; su gesto dejó de ser dulce y se volvió hostil, te tomó como una bestia, te zarandeó, te cosió como a un saco sobre su piel y te llevó a las alturas con los ojos consumidos de tristeza. Desde allí te dejó caer. Qué misterioso eras en la caída; tan delicado, tan fuerte; carne turbada, rostro intacto.

(Andrés Barba. Libro de las caídas.
Dibujos de Pablo Angulo. Prólogo de Sergio Pitol.
Prefacio de Javier Cercas. México D. F., Sexto Piso, 2008)

Ya no te vimos más.
Tu salto fue más veloz que tú mismo.
Ya no pudimos disfrutar
de la dulce anarquía de tu cuerpo;
habías ido más allá.
Un segundo antes del salto
todavía habríamos podido correr
hasta ti, decirte:
Desde ahora entendemos
todo lo que dices,
todo lo que piensas,
todo lo que sientes.
Queremos abrazarte
hasta descubrirnos”.

1 comentario:

  1. siempre me pregunto quién sufre la caida...

    me guardo esas palabras del final: "queremos abrazarte hasta descubrirnos"... bellas y para ponerlas en práctica!

    un abrazo,


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