I
HABÍA
vértigo
y luz en las arterias del relámpago,
fuego,
semillas y una germinación desesperada.
Yo
desgarraba la imposibilidad,
oía
silbar a la máquina del llanto y me perdía en la
espesura vaginal. También
entraba
en urnas policiales. Así
olvidaba
los ojos blancos de mi madre.
Vivía.
Parece
ser.
Vivía.
Ahora
mismo atiendo distraído a mi estertor. No hay en mí
memoria ni olvido;
[única
y simplemente lucidez.
Han
desaparecido los significados y nada estorba ya a la indiferencia. Definitivamente,
[me he sentado
a
esperar a la muerte
como
quien espera noticias ya sabidas.
II
AMÉ.
Es incomprensible como el temblor de los álamos. Estoy
extraviado
[pero yo sé
que amé.
Yo
vivía en un ser y su sangre se reunía con mi sangre y
la música me envolvía
[y
yo mismo era música.
Ahora,
¿quién
es ciego en mis ojos?
Unas
manos pasaban sobre mi rostro y envejecían lentamente. ¿Qué
fui vivir entre
[heridas
y sombras? ¿Quién fui en los brazos de mi madre, quién
fui en mi propio
[corazón?
Únicamente
he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño.
Todavía
el amor
habita
en el olvido.
III
UNA
flor en mi muerte. Sólo una flor.
No
un sueño colmado de luz ni una agregación de espíritus
sostenida por una música
[sin límites.
Sólo
una flor.
IV
TUS
cabellos descienden en un ala de sombra pero tu cuerpo fulge como la
luz
[en
el interior de la nieve.
Giras
en ti misma como un planeta doloroso.
Mujer
desnuda: arde
en
ti la belleza y
su
negación. Pronuncias
como
un arpa discante
el
último gemido.
Eres
hirviente y fría como el fruto del sándalo, eres
secreta y blanca
[como los alabastros asirios.
[como los alabastros asirios.
Una
rosa de fuego surge de tu vientre y
clamorosa
se abre
en
la sombra inguinal. Después, se adentra
en
mis ojos. Allí
se
calcinan sus pétalos.
V
NO
te has ido.
Estás
en mí. Sueñas
mis
sueños. Descansas
en
la locura y en la falsedad.
Déjame.
Atiende
a
tu locura.
Déjame
morir
por mí mismo.
No tengo otra
libertad.
(Antonio
Gamoneda. Canción
errónea.
Barcelona,
Tusquets, Col. Marginales 278 -
Nuevos
Textos Sagrados, 2012)
Gamoneda ha quitado lo superfluo, solo dejó al amor y a la libertad de morir.
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