Manos
pulsan
/ tensa cuerda / y buscan canto. Memoria mendigan. / Hallan hueco.
Habitas quicio / de una puerta cerrada / te persigues / como si hubiera algo más que cuerpo / tan expuesto a la herida / otra luz más allá. // Que cicatrice.
Habitas quicio / de una puerta cerrada / te persigues / como si hubiera algo más que cuerpo / tan expuesto a la herida / otra luz más allá. // Que cicatrice.
Con
el
cuchillo dulce / del silencio / la sílaba / apuñalas.
// Sangras la voz. // Para que duela.
Sabes
que
esta línea que los días se trazan no te sacia ni puede
describirte. De qué sirve esperar, nombrar lo separado. Con-
vocar la memoria. // Bajo los mismos pájaros.
Con la aguja el lenguaje / hilar alrededor / para estar dentro
La
podredumbre
//
en tus brazos. // Se hace // intimidad. Soporte.
Arrojarte
de
ti / tomar el hueco / ponerlo en andas. // Dejar que los renglones lo
sostengan.
Es
cierto
que son piedras / en el borde del muro / apiladas. Indican el final /
extremo / del camino. // Un camino cortado // donde no llega nadie.
Inútil para el resto. // Pero no para ti. Tú
resplandeces.
La
palabra
abandono // como un pájaro oscuro // posado sobre nieve y bajo
la tormenta. // La palabra abandono. // Su intemperie.
Mirada:
el ojo amargo que devora un paisaje para la construcción.
Luego de escombros.
Miras
tú los renglones como si conformaran alguna encarnadura
conocida. Un sistema nervioso. Tu cuerpo verdadero.
La
sintaxis,
la palabra certera que no supo expresarse sino como la nieve. En su
caída.
Al
borde
mismo de tanto callamiento / encuentras una voz que te detiene / su
sílaba levanta / esta falsa estructura / de tu nombre.
(Luis
Luna. Umbilical.
Prólogo
de José Corredor-Matheos.
Madrid, El sastre de
Apollinaire, 2012).
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