Sherlock
Holmes cogió su botella del ángulo de la chimenea, y su jeringuilla hipodérmica
de su fino estuchete de tafilete. Insertó con sus dedos largos, blancos,
nerviosos, la delicada aguja, y se remangó el puño izquierdo de su camisa. Sus
ojos se posaron pensativos por breves momentos en el musculoso antebrazo y en
la muñeca, cubiertos ambos de puntitos y cicatrices de las innumerables
punciones. Por último, hundió en la carne la punta afilada, presionó hacia
abajo el émbolo y se dejó caer hacia atrás, hundiéndose en el sillón forrado de
terciopelo y exhalando un largo suspiro de satisfacción.
(Arthur Conan Doyle. El
signo de los cuatro.
Traducción
de Amando Lázaro Ros. Madrid. Diario El País, 2004).
(El Dr. Watson al habla:) Es un detective privado alto, delgado, frío, irónico, ingenioso e
intelectualmente inquieto. No es muy ordenado en la rutina cotidiana, es muy
habilidoso disfrazándose, fuma en pipa, toca el violín, es un experto
apicultor, excelente boxeador, tiene un gran conocimiento científico, en
especial en química, y, cuando se aburre por falta de los retos intelectuales
que suponen sus casos, consume cocaína y morfina.
Es humano
ResponderEliminarCierto, Lapislázuli, los vicios humanizan (nos recuerdan que somos mortales, esto es, hombres). Abz
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