martes, 28 de agosto de 2012

Cinco poemas de Olvido García Valdés


I

esa agua es la casa de la nutria,
el brillo oscuro
su alegría fría,
la corriente en la noche
su rapidez de nadadora

tú que fuiste pájaro
tal vez gato
ahora o nutria
ojillos, piel que chorrea
agua ahora,
con patitas cortas sube
a la roca y se atusa

II

No mucho antes de su suicidio, Raymond
Roussel valora sobre todo en su escritura
la ausencia de realidad, poder
de la imaginación y un esfuerzo sin fatiga
sobre ingenios lingüísticos que a sí
mismo se da. Ninguno de sus viajes
dejó nada en sus libros; adora a Julio
Verne como el más grande, y cree
en sí, cree en su grandeza como en una
perdida alegría muy íntima; recuerda
haber sido feliz cuando niño.

III

Tu irradiación es otra porque sabes
de muerte; en tu blancura caben
todas las formas pálidas
de la luz, todas las
sombras; en tu distancia suena
la urraca que amanece y el azul
que vendrá; tenue el ladrillo
tiene, que te va recortando, más
de seiscientos años, que te va
recordando si recordar pudiera
materia que envejece y
permanece. Sois el ladrillo
y tú quietos para nosotros
presencias desplazadas que
pasamos; porque de muerte
sabes desvanecida en cielo
con el día, uña casi
invisible o parece que sabes.

IV

qué bueno que murieron, si hubiera
que llevarlos y traerlos por este
raro mundo, benigna es
la muerte para lo frágil
de piel finísima y huesecillos

V

por el corredor va el mirlo entre dos alas
a recogerse, ni nido ni canto en el
ciprés, aún noches largas
y amanecer adormecido

(Olvido García Valdés. Lo solo del animal
Barcelona, Tusquets Editores, Col. Marginales 
274 - Nuevos Textos Sagrados, 2012).

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