Pues ya no lo
va a oír mentar porque se murió. Menos la Muerte, que vive y queda, todo se
muere y pasa. Pero al final de cuentas la Muerte no es tan mala, es una buena
mujer. Consuela al triste, reivindica al pobre, cura al masturbador, duerme al
insomne, pone a cansar al cansado… Practica obras de misericordia “inéditas”,
como dirían hoy los exquisitos. Usted no, ¿eh? Porque usted, maestro, cuida el
idioma. Yo a usted le reprocharía su vegetarianismo pederástico, ¿pero su amor
a esta lengua hermosa? Ahí sí no. La lengua es el máximo instrumento del
hombre. ¡Sirve para tantas cosas! La lengua se expande, viva, en las moléculas
del aire; o fluye yendo y viniendo siguiendo un lápiz sobre el papel. Parte de
la izquierda, llega a la derecha, vuelve a la izquierda, vuelve a la derecha…
(Fernando
Vallejo. El don de la vida.
Madrid,
Alfaguara, 2010).
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