Cuando todos los sueños habían muerto
y los automóviles habían aplastado mi lámpara mi pan
en medio del otoño de la lluvia de la noche vacía
surgiste tú extraviada miedosa
Yo te acompañé a través de las calles oscuras
bajo el agua las hojas caían el suelo estaba lleno
de sombras amarillas
Los dos estábamos tristes
los dos empezamos a caminar
desconocidos lejanos entrañables hombro con hombro
mientras las gotas de la lluvia la alegría caían sobre nuestras cabezas
Niña de agua en tus ojos una ternura amarga
despedía palomas de temor palomas mensajeras
que vienen a dormir silenciosas en mi alma
Todas las horas perdidas todos los desastres
iban quedando atrás Tú estabas ahí
en medio de la noche con algo de lámpara en los cabellos en la voz
No te conozco no sé de qué polvo está hecha tu claridad
y ya eres como la estrella que siempre estuvo ahogada en mi sangre
(Fayad Jamis. Los puentes. La Habana, Ediciones R, 1962.
Imagen: Fernando Zóbel. Hocinos-Otoño VI, 1983 ).
Al final siempre aparece un resquicio de esperanza, una esperanza que siempre está en nosotros mismos, aunque a veces cuesta reconocerla.
ResponderEliminarMe ha sorprendido y gustado mucho encontrar este blog. Un saludo desde el IES Francisco de Quevedo.
Muchísimas gracias, Antonio. Un abrazote
ResponderEliminarQué hermosos versos... Y es que la lluvia es hermosa por mucho que se empeñen los meteorólogos en decir del «mal tiempo» :-)
ResponderEliminarGracias por invitarnos a ver este otoño con otros.
Un abrazo.
Muchas gracias, Ariola. Besos y abrazos
ResponderEliminar