jueves, 15 de marzo de 2007

Yi Sang


(Yi Sang. A vista de cuervo y otros poemas.
Poesía completa. Traducción de Whanbai Bahk.
Madrid, Verbum, 2003, 163 págs. )
Con este libro, el único entre nosotros de la poesía (completa) del escritor de vanguardia Yi Sang (1910-1937), la editorial Verbum incrementa la nómina de poetas coreanos que en los últimos años ha venido ofreciendo y, para muchos (entre los que felizmente me cuento), dando a conocer. Una primera lectura, en la versión impecable del hispanista Whanbai Bahk, nos sitúa frente a los ready-made de Duchamp (servirse de un Rembrandt como tabla de planchar), las indemostrables impresiones africanas de Roussel o, ya en los sesenta, con los pasatiempos y acertijos extravagantes que pergeñaran Georges Perec y los miembros del Ouvroir de Littérature Potentielle con precisión de relojero lúbrico, pero pronto percibimos mayores concomitancias con un Jacques Vaché que tuviera la fe visionaria y la mirada cruenta de Rimbaud, el pulso cirujano de Kafka y su asombrosa retórica de la sencillez, y nos enviara cartas, partes de guerra, telegramas, carnets, mensajes en tiempo de miseria, de mentira y de infidelidad.

Pese al afán rupturista que le distancia de los autores inmediatamente anteriores (aquellos parricidios ejemplares) y la indiferencia -otra estrategia de combate- hacia la formalidad de los jóvenes coetáneos, Yi Sang no ignora -no podría - la tradición y, aunque sólo sea para intentar borrarlas mediante mudanzas, en esa biblioteca que cada escritor se va construyendo encontramos huellas de la ética y la lírica del Oriente tradicional, corpus de conocimientos heredados que el poeta se esfuerza en desaprender, pues son dominio de la escritura y la ley antiguas ("El proceso de publicación"): los preceptos de Confucio, que atan el cuerpo para liberar el espíritu (?), y los rituales y ceremonias que expresan, como en el judaísmo, la Justicia y la Voluntad del Buen Padre que se mira en el hijo y ve al futuro Hombre Completo ("Poema 2"). Desposeído de los lazos familiares (sus progenitores, acuciados por la pobreza, le dieron en adopción a un tío), "en los confines del destierro" ("Poema 7") arremeterá contra la familia ("Un capítulo de parentesco", "El hogar", "Linaje") y contra ese otro clan más numeroso, pero no menos ajeno, que encarna la sociedad, entonces bajo las fuerzas de ocupación japonesas que le despojan de la lengua y la identidad nacionales. De este modo, si bien alejado de la poesía de carácter político y tono realista de algunos poetas coreanos del momento (aquellos que se manifestaron pacíficamente contra la invasión nipona en 1919 y fueron duramente reprimidos), Yi Sang será testigo que informe sobre los desastres de la guerra ("Un cuaderno roto") y sufra la violencia -en "Historias de la calle" su cuerpo es trasunto del campo de batalla--, la persecución y el oprobio por parte de los caudillos militares ("Hambre"). Además de la lengua materna, el coreano, y la lengua impuesta, el japonés, conoce el francés y el inglés, y por entre sus libros -bien en el original, bien traducidos al japonés- asoman los románticos y modernists anglosajones; Baudelaire, que le descubrió la vocación poética, y los simbolistas finiseculares, de quienes aprende a ser absolutamente moderno; la obra aforística de Nietzsche y Pascal, los ensayos de Heidegger. Pero sobre todos, temprana e multidisciplinariamente (antes de la poesía mostró talento para la pintura y más tarde cursó estudios de ingenieria y arquitectura), se siente hermanado con los artistas y escritores vanguardistas europeos, que le contagian su actitud (Non serviam), le instruyen en el arte de provocar y de salvarse de la seriedad de la vida mediante el arte y sus bagatelles (las circunstancias, empero, de adversidad creciente, no se lo permitirán del todo), y, en definitiva, le dispensan los lentes con los que mirar de otra manera y convencerse de que es posible, a través de la creación, cambiar el mundo en el que le ha tocado sobrevivir.

Mediante la cosificación y la prosopopeya, el oxímoron y las asociaciones irracionales, la irrupción dirigida del azar y la sinestesia, el uso de signos comúnmente marginados por los discursos humanísticos y la argumentación ilógica, Yi Sang (pseudónimo de Kim Hae-Kyoung que sinifica lo extraño) configura una de las singularidades de su poesía: la especial relación que mantiene con la naturaleza de las cosas. Motivos del arte y la poesía asiáticas tipificadas por el uso y la costumbre, como aquellos que componen la representación de un paisaje contemplado o pertenecen al ámbito ceremonioso de lo cotidiano (flores y mariposas, tazas de té y platos de cerámica, árboles y ríos y pájaros, espejos y abanicos, puertas y lunas, lluvias y crepúsculos y vestidos y manzanas), transforman su sustancia en manos del poeta, se metamorfosean o hacen acto de presencia en lugares que le son desconocidos, propiciando el nacimiento -la belleza será convulsiva o no será-- de la sorpresa, lo inesperado, el estupor. También introduce elementos insólitos en la cotidianidad, como esos peces relucientes y dalinianos que bailan bajo la lluvia en "AU MAGAZÍN DE NOUVEAUTÉS", o bien -otra tarea de poeta- descubre, iluminándolo, lo que de insólito tiene lo cotidiano. Así, en "Un motivo para Soyung ", vemos unos zapatos de tacón que caminan por tierras pantanosas -una realidad reconocible, los zapatos de tacón, un tanto desubicada--, y como la lluvia colma la huella de los tacones: todos hemos visto una huella que se anega en lluvia, pero es el poeta quien nos recuerda, a través de su constatación, como ese hecho, a priori intrascendente, puede ser de una belleza extraordinaria (¿y si consideramos que esas huellas, inundadas por la lluvia y bajo luces de luna llena, son de la mujer amada --así sugiere Sang-- que nos engaña y se va y nos abandona?). En ocasiones, desde un núcleo paradójico y con un estilo claro y preciso, extiende hilos que entretejen fábulas perfectas, más afines al poema (en prosa) o al aforismo que al relato breve; o bien encadena imágenes, fragmentos de greguerías, fragmentos de fragmentos de pensamientos, que pudieran parecer producto de la escritura automática (sin valor operativo o cuyos logros poco importan) y, sin embargo, tales imágenes y fragmentos, perfectamente cohesionados y no exentos de una coherencia interna, honda, soterrada, se superponen, como en el cubismo, sobre una imagen o sentido primero al que van aportando nuevas acepciones y perspectivas, más dobleces y significados, a la manera del espejo, que como el cuervo, las botas, la piedra o las palomas, es una figura recurrente en la poesía de Yi Sang que deviene símbolo (ventana abierta al más allá, espacio fronterizo donde encontrarse a sí mismo o perderse para siempre) y protagoniza varios textos que no desmerecen de los poemas memorables que sobre este objeto mágico escribieron Borges, Rilke, Mallarmé o Sylvia Plath.

En muchos y muy diversos poemas asistimos al ayuntamiento de ciencia y poesía, un combate entre la objetividad y la subjetividad que se resolverá a favor de ésta última: desiste de la objetividad, nos dice, pues el hombre es un conjunto desordenado de hipótesis y sueños. No obstante, a diferencia de otras obras, como las novelas más experimentales de William Burroughs (por citar a un autor de características similares), en las que el escritor se sirve de un lenguaje (pseudo)científico las más de las veces para justificar y distinguir -darle un toque de distinción a-- las teorías y conspiraciones más peregrinas, Yi Sang emplea el lenguaje científico, que conoce bien (números, figuras geométricas, leyes físicas y fórmulas, diagramas matemáticos), para rebelarse, mediante la lógica peculiar de la poesía y el sentimiento de absurdidad (que no niegan la razón, pero sí establecen sus fronteras), contra un racionalismo que excluye otras vías de conocimiento y no reconoce su incapacidad para comprender y dar cuenta de la realidad global, compleja y contradictoria del mundo y ofrecer soluciones (en 1931 Yi Sang enferma de tuberculosis, entonces un mal incurable), y cuyos logros y métodos son susceptibles de ser puestos en duda e, incluso, de ser abiertamente denunciados (hay un tempranísimo texto en el libro, "Prohibición", contra la experimentación científica en animales). Sin excluir la faceta lúdica y humorística -tan cara a las vanguardias--, que emparentaría estos textos con la Patafísica, y partiendo de la amplitud de recursos --­signos- y su disposición en el discurso poético, se trata sobre todo de romper con las convenciones académicas, por ejemplo la de la "obra bien hecha", sin fisuras y perfectamente cerrada; y, por extensión, con cualquier tipo de convencionalismo, ya heredado o impuesto, ya ético o estético. Se trata, antes que nada, de hablar de lo que hay que callar, esto es: escribir, hacer poesía.

Yi Sang contrae la tuberculosis en 1931 (" 1931 "), quiere huir, abandona su trabajo de arquitecto, comienza a beber duro, mantiene relaciones tormentosas con varias mujeres, como Kurnhong -su Jeanne Duval--, todas prostitutas, todas en sus poemas. Yi Sang se relaciona con los poetas de la generación del 34, la segunda casa de té que abre se llama 69, se relaciona con los poetas del Club de los nueve y funda la revista Littérature 34. Sigue queriendo huir: de la enfermedad; de la guerra ("Poema 12") y las botas amenazantes ("Historias de la calle"); de la bohemia en donde, entre prostitutas y mendigos que le hieren, se siente un extraño ("Una memoria ordinaria", "Un capítulo del remordimiento"). Yi Sang escribe enfebrecido y publica sus poemas en revistas que se perderán para siempre, como tantas otras cosas en las guerras, y sueña que cava su propia fosa ("Hundimiento"). Se casa en el otoño de 1936 con Dongrim Byun y sigue escribiendo contra el reloj, hasta que es detenido por los japoneses en febrero de 1937 y su salud empeora. Yi Sang sueña que olvida la flor ("Acantilado") y muere en el hospital de la Universidad de Tokio el día 17 de abril de 1937 a la edad de veintiséis años. Aquel mismo día, lejos de la muerte, otro joven coreano que no sabe que será uno de los grandes poetas de nuestro tiempo, So Ghongju (Poemas de un niño vagabundo de ochenta años y otros poemas. Madrid, Verbum, 2000), trabaja en su primer libro, porque la poesía, como la vida, fluye sin descanso.

(Madrid, marzo de 2004)

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