No quiero que
te vayas
dolor, última
forma
de amar. Me
estoy sintiendo
vivir cuando
me dueles
no en ti, ni
aquí, más lejos:
en la tierra,
en el año
de donde
vienes tú,
en el amor
con ella
y todo lo que
fue.
En esa
realidad
hundida que
se niega
a sí misma y
se empeña
en que nunca
ha existido,
que sólo fue
un pretexto
mío para
vivir.
Si tú no me
quedaras
dolor,
irrefutable,
yo me lo
creería;
pero me
quedas tú.
Tu verdad me
asegura
que nada fue
mentira.
Y mientras yo
te sienta,
tú me serás,
dolor,
la prueba de
otra vida
en que no me
dolías.
La gran
prueba, a lo lejos,
de que
existió, que existe,
de que me
quiso, sí,
de que aún la
estoy queriendo.
(Pedro Salinas, La voz a ti debida, 1931)
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