lunes, 29 de junio de 2015

Esperando a los bárbaros


—¿Qué esperamos, reunidos en la plaza?

Es por los bárbaros que llegan hoy.

—¿Por qué está el senado tan ocioso?
¿Por qué se sientan los senadores y no legislan?

Porque los bárbaros llegarán hoy.
¿Qué más leyes han de dictar los senadores?
Cuando lleguen los bárbaros, ellos serán los que legislen.

—¿Por qué nuestro emperador se ha levantado tan temprano
y ha ido a sentarse ante el portón mayor de la ciudad,
solemne sobre su trono, con la corona puesta?

Porque los bárbaros llegarán hoy.
Y el emperador espera a su líder para recibirlo. De hecho,
le tiene preparado un pergamino como regalo,
donde le ha escrito muchos títulos y nombramientos.

—¿Por qué salieron nuestros dos cónsules y los pretores
hoy con las púrpuras, las engalanadas togas?
¿Por qué llevan pulseras con tantas amatistas
y anillos de esmeraldas lujosas y relucientes?
¿Por qué hoy echan mano de costosos bastones,
en plata y oro espléndidamente labrados?

Porque los bárbaros llegarán hoy,
y estas cosas deslumbran a los bárbaros.

—¿Y por qué nuestros ilustres oradores no acuden, como siempre,
a pronunciar sus discursos, a decir sus razones?

Porque los bárbaros llegarán hoy,
y a ellos les aburren las retóricas y las arengas públicas.

—¿Por qué, de pronto, esta inquietud y confusión?
(Los rostros qué serios se volvieron);
¿Por qué se vacían rápido las calles y las plazas,
y vuelven todos a sus casas tan pensativos

Porque cae la noche y los bárbaros no han venido.
Y algunos que estuvieron en la frontera afirman
que ya no existen los bárbaros.

—Y ahora qué será de nosotros sin bárbaros:
estas personas eran una suerte de remedio.

(C. P. Cavafis. “Cinco poemas”. Traducción de Juan Manuel Macías, en el número 107 de la revista Clarín, Oviedo, septiembre-octubre de 2007. Imagen: Kavafis de Panosozi)

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