Nada tiene realidad propia, todo es delirio, quimera: el
viento que sopla, la lluvia que cae, el hombre que piensa.
(Fernando Vallejo. El desbarrancadero.
Barcelona, Debolsillo, 2024)
Nada tiene realidad propia, todo es delirio, quimera: el
viento que sopla, la lluvia que cae, el hombre que piensa.
(Fernando Vallejo. El desbarrancadero.
Barcelona, Debolsillo, 2024)
I
Creo que hablar con el modelo mientras trabaja le distrae de
su constante ansiedad, resultado de la convicción de que es imposible
representar en el lienzo lo que se tiene ante los ojos. Esta ansiedad a menudo
se expresa en forma de suspiros melancólicos, palabrotas furiosas y, en
ocasiones, gritos agudos de rabia y/ o dolor. Sufre. De eso no cabe le menor
duda.
II
Dijo pausadamente, “¿ves qué criatura tan miserable soy?”
“Sí”, dije. “Ya veo.”
Verdaderamente, tenía un aspecto bastante miserable. Pensé
que este era el verdadero Giacometti, sentado y solo al fondo de un café,
inconsciente de la admiración y reconocimiento que le profesaba el mundo entero,
mirando a un vacío en el que nunca encontraría ningún consuelo, atormentado por
la desesperada dicotomía de su ideal, condenado por esa misma desesperación a
luchar mientras viviera para tratar de superarla. Y qué consuelo podría
haber encontrado en que los periódicos
de varios países hablaran de él, que los museos de todo el mundo expusieran sus
obras, que gente que nunca vería le conociera y admirara. Ninguno. Ninguno en
absoluto.
III
Mientras hablaba, contemplaba a la muchedumbre que esperaba en la terminal del aeropuerto. Su dedo índice se movía de un lado a otro sobre la brillante superficie de la mesa de formica, como si fuera un lápiz, con el gesto insistente de estar dibujando. Sus ojos ya no parecían posarse en ningún objeto concreto, sino que estaban más allá del lugar y tiempo presentes. A través de su dedo moviéndose, todo su ser parecía entregarse a un ideal en el que la realidad, intocable y desconocida, siempre permanecía a la espera de ser descubierta.
(James Lord. Retrato de Giacometti.
Traducción de Amaya Bozal.
Madrid, Antonio Machado Libros,
2016)
Nadie será nunca tan perfecto como las travestis con la cara reventada. Nadie tan hermoso como las mujeres que lo han sacrificado todo para alcanzar esa belleza indescifrable a ojos idiotas. Ninguna mujer, ninfa o diosa sería jamás más hermosa que la última Margarita que vi desaparecer bajo la sábana blanca de la funeraria.
(Alana S. Portero. La mala costumbre.
Barcelona, Seix Barral, 2023)
Nunca seas feliz.
Es una moda que no pasa de moda.
Un filósofo nos enseñó a ser felices
en un libro dedicado a un hijo
que moriría en el campo de batalla.
Otro hijo, el de un carpintero,
nos enseñó que amar a los demás
era de la existencia el fundamento.
Los demás le condenaron a morir
amarrado a un áspero yugo de leños.
Nunca seas feliz.
Si vives, la felicidad es una bagatela.
Si joven, vive siempre desesperado.
Nunca seas feliz
si no es sobre un lecho de plumas
o sobre sucios colchones de plástico;
o dejando que tu cuerpo gravite
sobre la palma luminosa del verano.
Nunca seas feliz.
Sólo dame la mano.
(FN)
El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras en lugar de los dedos o los dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo.
de seres humanos que pueblan el mundo