sábado, 15 de noviembre de 2025

No quisiera que lloviera

No quisiera que lloviera

te lo juro

que lloviera en esta ciudad

sin ti

y escuchar los ruidos del agua

al bajar

y pensar que allí donde estás viviendo

sin mí

llueve sobre la misma ciudad

Quizás tengas el cabello mojado

el teléfono a mano

que no usas

para llamarme

para decirme

esta noche te amo

me inundan los recuerdos de ti

discúlpame,

la literatura me mató

pero te le parecías tanto.

(Cristina Peri Rossi. Diáspora. Barcelona, Lumen, 1976. Imagen del poeta y cineasta Abbas Kiarostami de la serie fotográfica The Wind and the Rain, 2005)

miércoles, 12 de noviembre de 2025

LUX

Y al privar a mis ojos de claridad, la muerte

vuelve pura la luz por ellos mancillada.

JEAN RACINE

Para llegar a ser todo, no quieras ser nada en absoluto.

SAN JUAN DE LA CRUZ

I

Amar a Dios a través de la destrucción de Troya y de Cartago, y sin consuelo. El amor no es consuelo, es luz.

Todo lo que carece de valor rehúye la luz. Aquí abajo, podemos escondernos bajo la carne. En la muerte, ya río se puede. Quedamos desnudos expuestos a la luz.

Al principio, es el movimiento lo que hace daño. Cuando se llega a la abertura, es la luz. No sólo ciega, sino que hiere. Los ojos se rebelan contra ella.

Un método para comprender las imágenes, los símbolos, etc. No tratar de interpretarlos, sino simplemente mirarlos hasta que brote de ellos la luz.

El objeto de la búsqueda no debe ser lo sobrenatural, sino el mundo. Lo sobrenatural es la luz: si hacemos de ello un objeto, lo menoscabamos.

Sólo lo bello permite estar satisfecho con lo que existe. Los trabajadores tienen más necesidad de poesía que de pan. Necesidad de que su vida sea una poesía. Necesidad de una luz de eternidad.

II

La luz, con el tiempo, produce un acostumbramiento a la luz que permite recibir más luz, y así sucesivamente. Progresión exponencial de las gracias.

La compasión por la fragilidad siempre está ligada al amor por la verdadera belleza, porque sentimos intensamente que las cosas verdaderamente bellas deberían estar aseguradas con una existencia eterna y no lo están.

Sólo el espacio inmenso donde habitan la luz y el vacío

se hizo de súbito presente de parte a parte, colmó el corazón,

y lavó los ojos casi ciegos bajo el polvo.

III

En cada hombre hay algo sagrado. Pero no es su persona. Tampoco es la persona humana. Es él, ese hombre, simplemente.

No se posee más que aquello a lo que se renuncia.

Aquello a lo que no se renuncia se nos escapa.

El amor es la mirada del alma.

(Simone Weil. La gravedad y la gracia. Traducción, introducción y notas de Carlos Ortega. Madrid, Trotta, 1988; La persona y lo sagrado. Traducción de María Tabuyo y Agustín López Tobajas. Palma de Mallorca, José J. Olañeta Editor, 2014; Poemas seguidos de Venecia salvada. Traducción de Adela Muñoz Fernández. Trotta, 2006; La fuente griega. Traducción de José Luis Escartín y María Teresa Escartín. Madrid, Trotta, 2002; Gabriella Fiori. Simone Weil. Una mujer absoluta. Traducción de Silvio Mattoni. Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2006; Juan de la Cruz. Vida y obras completas de San Juan de la Cruz. Edición crítica, notas y apéndices de Lucinio Ruano. Biografía de Crisógono de Jesús y Matías del Niño Jesús. Madrid, BAC, 1971, 6ª ed.)

sábado, 4 de octubre de 2025

He decidido

He decidido buscarme un hogar en las montañas, en alguna cumbre donde se aprenda a vivir tranquilamente en el frío y el silencio. Se dice que en un lugar así pueden descubrirse ciertas revelaciones. Que lo que el espíritu busca puede ser sentido con el tiempo, si no exactamente entendido. Lentamente, sin duda. No me refiero a unas vacaciones.

Por supuesto, al mismo tiempo quiero quedarme exactamente donde estoy.

¿Puedes entenderme?

(Mary Oliver. A Thousand Mornings (Mil mañanas). Traducción de Nieves García Prados. Granada, Valparaíso Ediciones, 2022)

jueves, 2 de octubre de 2025

Cinco horas

Y durante todas esas cinco horas en las que hablan de todo lo que ha pasado, de lo que pasa y de lo que pasará, o, al menos de lo que en ese momento ellos creen que pasará. Durante esas cinco horas en las que él le dice “no nos vamos a acostar, al menos hoy no”, y en las que ella adivinará o sabrá o intuirá que esa noche algo ha pasado fuera de sus cuartito, de su campana y de su chiringuito. Durante esas cinco horas en las que ella bromea que “bueno, al menos, algún día nos volveremos a besar”. […] Durante esas cinco horas pues, ellos sí se besarán. Varias veces. Intentando no hacerlo. Luego intentando no parar. Pero parando. En nombre de no sabemos qué. Con urgencia. Y con un deseo encendido que se interrumpe, siempre, cuando está a punto de estallar. […] Y muchas de esas cinco horas, ellos estarán acariciándose la espalda o los brazos o simplemente tocándose. […] Él le dirá a ella lo bien que huele, lo suave que es su piel y lo mucho que le gusta su voz. […] Él morderá los pies de ella a pesar de los calcetines. Y levantará prudentemente la camiseta de ella para colocar sus manos sobre las costillas de ella. […] Y también cuando ella esté sentada frente a él, él la agarrará de la cintura, la levantará y la colocará sobre él en un gesto impecable y se besarán otra vez. Juntarán sus frentes y bufarán. Y todo será terriblemente sexual. Atrozmente apasionado. Ella recordará toda esa parafernalia con la mezquindad de un contable.

(Blanca Lacasa. El accidente. Barcelona, Libros del Asteroide, 2025)

Todo es ángulo muerto. O no lo es. 

El accidente ya se ha puesto en marcha.

martes, 30 de septiembre de 2025

Pablo Guerrero (Esparragosa de Lares, Badajoz, 18 de octubre de 1946 - Madrid, 30 de septiembre de 2025)

 

Otra vida por vivir

Todos los días observaba lo que ocurría en el barrio. Quién había comprado un coche nuevo, quién se había ido de vacaciones, quién estaba remodelando su casa, qué casa se había puesto en venta y por qué razón. Con frecuencia la razón era el divorcio o la vejez. Veía la primavera llegar al parquecito, veía el césped crecer, las viejas bellotas rejuvenecer. Veía el verano, el otoño y el invierno. Los manzanos florecidos, las cerezas maduras, la fruta caída. Las lilas que tan aromática fragancia desprendían. De vez en cuando me acordaba de aquella tarde de primavera de 1968, en la que por primera vez hice ese trayecto y mi vida cambió, porque ahí vivía la chica que se convertiría en mi esposa. Iba a conocer a sus padres. Años después, en el terreno contiguo a la casa paterna, construimos la nuestra.

(Theodor Kallifatides. Otra vida por vivir. Traducción de Selma Ancira. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2025)

Vive el día de hoy. Atrápalo.

No confíes en el mañana incierto.

HORACIO