A mi padre
Padre, aún viven en mí
la dureza de la madera y el hierro,
el ruido y el calor de las máquinas,
los surcos, las horas, aquel cielo.
Papa, aún guardo en mis manos
el agua del pozo y los ciruelos,
tu tacto áspero y la claridad,
la belleza sin fin de los almendros.
(FN)
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