domingo, 28 de agosto de 2011

Tres poemas de Patrick Kavanagh


Recuerdo de los chopos

Caminaba entre los chopos otoñados que mi padre plantó
una tarde de abril cuando yo era un niño 
que corría entre hileras de renuevos,
y él tomaba los tenaces, los prometedores.

Mi padre soñó bosques, está muerto;
y hay chopos en eriales
y a la orilla de acequias.

Cuando miro hacia arriba
veo a mi padre
asomarse por el cielo enramado.

Inocencia

Se rieron de mi amada…
la colina triangular que pendía
bajo Big Forth. Dijeron
que estaba encadenado a los setos de espino
de la vieja granja y no conocía el mundo.
Pero yo sabía que la puerta del amor a la vida
es la misma puerta en todas partes.

Avergonzado de la que amaba,
la arrojé de mí y la llamé zanja,
aunque me sonreía con violetas.

Pero ahora he vuelto a sus brazos de brezo;
el rocío de San Martín cubre
los tallos blanqueados de las patas.
¿Qué edad tengo?

No sé mi edad,
no tengo edad mortal.
Nada sé de mujeres,
nada sé de ciudades,
no puedo morir
si no salgo de estos setos de espino.

Tuve un futuro

Tuve un futuro,
un futuro.

Dioses de la imaginación, revivid
la personalidad de aquellas calles,
no unas calles cualesquiera,
sino las calles de mil novecientos cuarenta.

Dadme los ojos miopes con los que miraba,
la mente con memoria de animal,
la niebla que iba atravesando hasta el espejismo
que era mi futuro.

Las mujeres que debía encontrar
no estaban a la vista.

Y después el dolor del alma ciega
que sin saberlo está en su propio reino.

Dadme algún detalle
de cómo sentía el dinero,
sin la ansiedad posterior,
había futuro.

Mostradme la cama plegable donde dormía
en un cuarto de Drumcondra Road.
Que  John Betjeman pase a buscarme en coche.

Es verano y el redoble oscuro
de la locura en Europa agita las alas
de las mariposas sobre el canal.

Tuve un futuro.

(Patrick Kavanagh. La hambruna y otros poemas.
Traducción de Fruela Fernández. Valencia,
Pre-Textos, Col. La Cruz del Sur, 1134, 2011).

MÍRALO, MÍRALO, ESE HOMBRE EN LA COLINA CUYO ESPÍRITU
ES UN SACO HÚMEDO RESTALLANDO SOBRE LAS RODILLAS DEL TIEMPO.

viernes, 26 de agosto de 2011

Lenguaje y poder


--Cuando yo empleo una palabra –insistió Humpty Dumpty en tono desdeñoso— significa lo que yo quiero que signifique... ¡ni más ni menos!
--La cuestión está en saber –objetó Alicia— si usted “puede” conseguir que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
--La cuestión está en saber –declaró Humpty Dumpty— quién manda aquí... ¡si ellas o yo!

(Lewis Carrol. A través del espejo y lo que Alicia encontró allí.
Traducción de Ramón Buckley. Edición de Manuel Garrido.
Madrid, Cátedra, nº 172, 1995).

jueves, 25 de agosto de 2011

Versiones sobre el mar

(Al sur del Edén, agosto y 2011)

A Héctor Viel Temperley

El mismo mar nos pierde; nos encuentra y nos pierde. Tema de las olas: se arman, desobedecen, las crea el viento -¿su amor?- y se derrumban para volver a armarse con restos de olas anteriores, idénticas. Historia de amor: la planicie del mar, el viento que la oprime, y todo se levanta para perderse. Y todo tiende a disolverse contra una línea de aguas eternas y sol dilapidado llamada mar. Mar: abundancia de sinsentido humano. Alegorías: mostrar que desde un fondo de mar, marino, vendría la vida. Marina, salina, inmensidad de fuerzas paralizadas. Heráldica: mar inorgánico, mar vegetal, mar animado, mar que envejece en este cuadro. Y mar inmotivado con sus señales y sus sueños. Y mar inmóvil. ¿O no habría un culto de mar, marino...? ¿Con animales que se nutren de su ausencia abisal...? Nutriéndose de aplicaciones y explicaciones humanas: ¿algo se impregna con sabores humanos? Tus manos: ¿traen sabores de mar prohibidos para evocar la prohibición de amar a una materia que se descompone? Cuerpos y ondulaciones de esos cuerpos marcan su breve descomposición. Y sus formas anuncian nuestra leve recomposición. ¿Amar...? Sí: y en ese mar perderse. Llamar perderse a un extravío: mar amarillo, mar amariconado, la mar. La amarga superficie que nos refleja y nos revela plegándose sobre sí, sobre nos. Nuestra pluralidad: en nuestra singularidad plural construimos el 
nombre mar y el mar para sumarnos a la menuda sociabilidad de sus playas: arena política y falso mar rozando la desnudez de nuestras pieles politizadas. Pieles politizadas, pechos maternos, ceños paternos, ojos policiales, brazos humanos, mano pesada: indispensable, histórica. Como los cuerpos: piesecillos pulidos por el canto de las arenas -roce social- cuerpos sumidos en algún sueño de perfección, sueños marinos, arena temporal, señuelos de una muerte por derivas solares, cierta y a espaldas siempre del mismo mito. Muñón marino, piel depilada, piel lubricada para la humillación solar, ¿y habría un culto de mar, solar? Hagiografías urbanas: pieles de bronce, sonar del bronce de las pasiones chicas y por la gloria. Fraternidad urbana: ¿humana o mera imitación de un mar igualitario y dependiente? El mar semeja, el mar conduce, el mar identifica, el mar es un Estado de la materia. Y el mar crece con la acumulación de poemas de mar. Pero jamás conocerás tu verdadero mar: lo que difiere de los usos humanos del mar. Ni agua es su solución salina. Solución final: el mar, sin tiempo, acumuló en sus aguas todo el naufragio del universo. Y el mar, sin ti, es el naufragio del universo. Y el mar, sin textos, sería la espuma de un instante. Mirá: el mar, ¿no era el reflejo de aquel sol entrevisto mientras la olas reventaban contra tu cuerpo atónito...? ¿tras los cristales de la espuma...? ¿bajo su manto azul verdoso que se tornaba espuma, ex-agua...? Tu exigua escritura: ¿verías esa mirada o azul o verde, esa mirada falsa bajo el disfraz verdadero de las espumas...? Impresionante, che. Y oral: todo es ficticio en un poema sobre el poema. Y nada en el poema nada. Y en un poema nadas porque todo es oceánico en un poema de mar. ¡Si el mar es solo intermitencia de los cultos humanos! Y los cultos... ¡Piden que el mar occidental sea el sí de los hombres rendidos a sus orillas! ¡Pueblos en bajamar! ¡Patrias perdidas en lo oceánico, en el o-sea del sentido! Vayámonos, perdámonos así en este o-sea donde no hay mar ni nada: ni vos, ni mar, ni oleadas en tu cuerpo, ni ecos de vagas olas, ni obras que registraron navegaciones interiores, ni vientos que suplieron una apariencia de plenitud. Escuchemos: 

hombre
marino
late
tu corazón
y en tu mar padeces el hundimiento de un sueño de intensidad
y en su mar pareces el nacimiento de un sueño de inmensidaddesanudemos:
hombre
marino
late
tu corazón
y su pulso marino te suma y te sume en su mar

sumar:
una extensión inalcanzable
una invención inalcanzable
una intención inalcanzable
el hombre flota sobre sí mismo
flota sobre sí
flota
sobre

(Rodolfo Enrique Fogwill. “Versiones sobre el mar” (1985), 
en Partes del Todo. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1998).

miércoles, 24 de agosto de 2011

X



Klee: ¿En qué piensas?
Kollwitz: ¿Por qué los hombres sanguinarios son siempre tan mojigatos? ¿Por qué se muestran tan hostiles a la sexualidad y a las imágenes del cuerpo?
Klee: Te refieres al del bigote.
Kollwitz: Tú si que tuviste suerte de irte cuando te fuiste. Yo no fui capaz de decidirme a abandonar mi hogar. Pero volvamos al tema. A ese monstruo y a los que son como él, las ridículas ninfas de Mueller les parecen tan amenazantes como la obra de Kirchner.
Klee: Ferkel Kunst.
Kollwitz: ¿Disculpa?
Klee: Nuestra obra. Así es como la llama él.
Kollwitz: Perdí a mi hijo en la primera guerra y temo perder a mi nieto en ésta. Y todo por un hombre que tiene miedo de su pilila.
Klee: Y de las pililas de los demás.
Kollwitz: Han creado un nuevo departamento, el Comité de Tasación de Arte Degenerado. Les venden nuestras obras a extranjeros. Las han regalado, prácticamente, y han quemado el resto. Quiero que las cenizas de la hoguera se mezclen con mis pinturas.
Klee: Maravillosa idea. 
Kollwitz: Imagina cómo deben de oler esas cenizas.
Klee: Ya.

X X X

Ernst Kirchner: Me alegro, no, me siento orgulloso de que esos camisas pardas quemen mis cuadros.
Max Klinger: ¿Qué quieres decir?
Kirchner: Imagina cómo me sentiría si esos monstruos aceptasen mi obra.

X X X

Rothko: Soy un hombre viejo.
Motherwell: No eres tan viejo.
Rothko: Y soy un viejo amargado. Me he aficionado a esta brocha de pintor que encontré. Con ella, los contornos parecen casi etéreos. Curioso, ¿verdad? Una brocha de pintor. Apuesto a que ese diablo de Hitler usó uno parecido cuando era un jovenzuelo repugnante. Y aquí me tienes a mí con la brocha. Tengo todas esas pinturas en polvo y mezclo y vuelvo a mezclar, pero ¿mis colores son de verdad tan distintos? ¿Está la gente harta de mis cuadros? A mí me gustan mis primeras obras. Esto que estoy haciendo ahora me deprime.
Motherwell: El trabajo nos deprime a todos.
Rothko: Bonita homilía en boca de un joven apuesto.
Motherwell: No soy tan joven.
Rothko: Y formal. Lo he advertido. Estoy pensando en suicidarme, pero eso ya lo habrá adivinado, sin duda. Y crees que, de algún modo, entiendes lo que siento. Sí, eres un tipo formal. Tus cuadros dan pena, por supuesto.

X X X

Wilde: Temo por la voz.
Joyce: ¿Qué quieres decir?
Wilde: Adónde va la literatura. Pronto se perderá la voz, y ¿qué nos quedará?
Joyce: Páginas.
Wilde: ¿Y la trama?
Joyce: ¿Qué es la trama, al fin y al cabo? No es más que una forma de anunciar la última página.
Wilde: ¿Has salido a caminar alguna vez durante una tormenta eléctrica cargado con un tubo metálico largo?
Joyce: No.
Wilde: Deberías probarlo.
Joyce: ¿Estás enfadado?
Wilde: No, sólo estoy anunciando la última página.

X X X

D. W. Griffith: Tu libro me gusta mucho.
Richard Wright: Gracias.

X X X

Wittgenstein: ¿Qué hacía Bach cuando lo acuciaban las deudas?
Derrida: No lo sé. ¿Qué hacía?
Wittgenstein: Darse a la fuga.
Derrida: ¿Te refieres a que huía apresuradamente para escapar de las autoridades?
Wittgenstein: Bueno, no me refería exactamente a eso. Era un juego de palabras.
Derrida: Ah, ya lo pillo.

X X X

Pollock: Tú primero.
Moore: No, tú.
Pollock: No, insisto.
Moore: Tú.
Pollock: Tú.
Moore: Como quieras.

X X X

Rothko: Estoy harto de estos malditos rectángulos.
Resnais: ¿No ves que estás trazando los límites físicos del cuadro? Tu aparente empobrecimiento se convierte en una especie de incursión en el arte de la eliminación. El primer plano y el fondo son sus detalles y se neutralizan el uno al otro. Se niegan mutuamente y, cosa extraña, no nos dejan más que con los detalles, que en realidad no están ahí.
Rothko: Muy bien, pero, ¿resumiendo?
Resnais: Que los idiotas los compran.
Rothko: Y ya está, ¿no?
Resnais: Me temo que sí. Mis películas no las ve nadie, y, créeme, eso no las hace mejores.
Rothko: Ni peores, Alain.

X X X

Rauschenberg: Aquí tienes un papel, Willem. Ahora píntame un cuadro. Me da igual lo que pintes o si es bueno o malo.
De Kooning: ¿Por qué?
Rauschenberg: Tengo intención de borrarlo.
De Kooning: ¿Por qué?
Rauschenberg: Eso da igual. A cambio del cuadro te repararé el tejado.
De Kooning: Vale. Creo que utilizaré lápiz, tinta y lápiz graso.
Rauschenberg: Como quieras.

(Cuatro semanas más tarde)

Rauschenberg: Bueno, tuve que gastar cuarenta gomas, pero lo hice.
De Kooning: ¿Hiciste qué?
Rauschenberg: Borrarlo. El cuadro que me pintaste.
De Kooning: ¿Has borrado mi cuadro?
Rauschenberg: Sí.
De Kooning: ¿Dónde está?
Rauschenberg: Tu cuadro ya no existe. Lo que queda es mi borradura y el papel, que era mío, para empezar.

(Le enseña el dibujo a De Kooning)

Rauschenberg: lo has firmado.
De Kooning: ¿Y por qué no? Es mi obra.
Rauschenberg: ¿Tu obra? Mira lo que has hecho a mi cuadro.
De Kooning: Buen trabajo, ¿eh? Borrarlo fue muy pesado. La muñeca todavía me duele. Lo he titulado Dibujo borrado.
Rauschenberg: Muy hábil
De Kooning: Ya lo he vendido por diez de los grandes.
Rauschenberg: ¿Has vendido mi cuadro?
De Kooning: No, yo he borrado tu cuadro. Lo que he vendido es mi borradura.

(Percival Everett. X
(Título original: Erasure = borradura) 
Traducción de Marta Alcaraz. 
Barcelona, Blackie Books, 2011).

domingo, 14 de agosto de 2011

Lezama


¿Lo que más admiro de un escritor? Que maneje fuerzas que lo arrebaten, que parezca que van a destruirlo. Que se apodere de ese reto y disuelva la resistencia. Que destruya el lenguaje y que cree el lenguaje. Que durante el día no tenga pasado y por la noche sea milenario. Que le guste la granada, que nunca ha probado, y que le guste la guayaba que prueba todos los días. Que se acerque a las cosas por apetito y que se aleje por repugnancia.

(José Lezama Lima. “Introducción a la Esferaimagen”, en La posibilidad infinita. Archivo de José Lezama Lima. Edición de Iván González Cruz. Madrid, Verbum, 2000. En la imagen, José Lezama Lima con el Gran Cronopio en un café de Paradiso).

jueves, 11 de agosto de 2011

Mar Negro


Una noche clara, mientras los demás dormían, subí
por las escaleras hasta la terraza de la casa y bajo un cielo
cuajado de estrellas me quedé mirando el mar, su extensión,
las crestas de las olas peinadas por el viento, que llegaban a parecer
trocitos de encaje arrojados al viento. Allí me quedé toda la larga,
susurrante noche, esperando algo, una señal, una luz distante
que se acercara, e imaginé que te acercabas,
las oscuras ondas de tu cabello enredándose con el mar,
y la oscuridad se convirtió en deseo; y el deseo, en la luz que llegaba.
Tu cercanía, tu calor fugaz cuando estaba allí
en aquella solitaria altura observando los lentos movimientos del mar
al romper en la orilla, volviéndose breve cristal para desaparecer…
¿Por qué creía que aparecerías de la nada? ¿Por qué, con todo
lo que puede ofrecer el mundo, ibas a venir sólo porque yo estaba allí?

(Mark Strand. Hombre y camello. Poemas.
Edición de Dámaso López García. Madrid, Visor, 2010)