Hay
riesgos que jamás deben correrse. La aniquilación de la humanidad es uno de
ellos. Sabemos lo que el mundo puede hacer con las armas que ya posee, e
imaginemos lo que haría con las que yo pudiera facilitarle. A esta idea he
subordinado mi actividad. Yo era pobre. Tenía una mujer y tres hijos. En la
universidad me esperaba la fama, y en la industria el dinero... Ambas vías eran
demasiado peligrosas, pues hubiera tenido que publicar mis trabajos. Mi sentido
de la responsabilidad me impuso otro camino. Dejé la universidad y renuncié a
la industria, abandonando a mi familia a su destino. Y elegí la máscara de la
locura. En cuanto empecé a decir que se me aparecía el rey Salomón, me
encerraron en este manicomio
(Friedrich Dürrenmatt. Los físicos.
Traducción de Juan José del Solar.
Barcelona, Tusquets, 1995)
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