viernes, 29 de abril de 2016

Else (?)


Dado su contraste externo e interno, debían de ser una pareja peculiar. Else, un derviche vertiginoso, de baja estatura y complexión prieta, vestida sin estilo y mal peinada, riendo y regocijándose, gritando y llorando impetuosamente. Erich, dos cabezas más alto, impoluto desde la punta de sus zapatos hechos a medida hasta su sombrero panamá, lento en sus movimientos, absorto en su reflexión y moderado tanto en lo acústico como en lo emocional. ¿Cómo aguantó él aquella traca ininterrumpida de raptos de emoción y entusiasmo? Sin duda, a veces lo dejaría atónito, otras, como en la plaza de San Marco o la isla de los narcisos, lo arrebataría. Pero visto en su conjunto, seguro que le hubiera convenido un poco más de sosiego y mesura. Probablemente, había también instantes en los que Else manifestaba su felicidad de forma menos tormentosa, como por ejemplo en el ambiente pretencioso de Brioni, o cuando Erich acababa de reprenderla por no haberse estado quieta en una iglesia o de amonestarla para que por una vez dejara imperar la sensatez en la cama. Entonces ella sacaría su parte civilizada y lo reconquistaría enseguida con sus observaciones originales y sus perspicaces consideraciones. Nadie podía escapar a la pequeña y compacta Else, ese dechado de gozo vital, esa fuente de ternura y calidez, esa llama de inteligencia diáfana y lúcida. En aquel primer viaje largo, ella debió ser para Erich, pese a alguna reticencia, la revelación de la vida verdadera.

(Angelika Schrobsdorff. Tú no eres como otras madres. Traducción de Richard Gross. Cáceres/ Madrid, Periférica & Errata Naturae, 2016. NOTA: La propia Else escribe el texto hemos copiado y no lo escribe para sí misma... Se las sabe todas)

jueves, 28 de abril de 2016

Si (cuatro poemas de Angélica Liddell)


I

Te hablo como a los muertos
sentada en el borde de la cama
en el borde de la cama
mirando la punta de mis zapatos
quisiera estar más cerca de ti
te lo digo
mis zapatos llenos de chinches y de amor
espero a la primavera
los libros se hinchan bajo las bragas húmedas
y exprimo la gasolina de mi cráneo

II

Si mis pechos fueran propicios para las fieras
te escogería a ti --joven inexperto 
no pretendo el orgasmo 
sino tu precocidad en mi garganta

III

Me orinan en las mangas los chicos de cara angelical 
sólo se divierten si me humillan
soporto mejor la burla atroz que el peso
de un hombre
todo por la piel
todo por una edad inmadura 
algún día silbaré con sus huesos

IV

Líbrame de los deseos en esta pensión azufrada
mi cuerpo
de la grúa todopoderosa pende una cabellera
no la he cortado yo
ojalá la hubiera sostenido sobre mis labios un instante
¡no son para mí! ¡no son para mí!
apenas me consideran ya una mujer
tal vez una zorra puerca
puta todavía no dicen vieja
ni siquiera soy un problema
pero yo amo

(Angélica Liddell. Los Deseos en Amherst. Valencia, Ediciones Trashumantes, col. Poemas Desechables, 3, 2008)

PERO YO AMO
(Angélica Liddell)

miércoles, 27 de abril de 2016

Tintineo


El tintineo
de las pastillas
sobre las paredes
de mi garganta
me
          impide
escribir
poemas
de amor

(FN)

(Imagen: La soledad del límite de Golucho,
lápiz y aguada del verano de 2006)

(NOTA: Habla hipotéticamente el retratado, un conocido de Golucho, Paco, con una patología mental.  El texto pretende ser un humildísimo homenaje)

miércoles, 20 de abril de 2016

Las rubáiyátas de Félix Grande/ Horacio Martín


El cuerpo es inmortal porque es mortal.
(Octavio Paz)

Tú eres el lenguaje profundo
Contigo todo tiene nombre
(Félix Grande)

Mudo que rompe a hablar

He querido expresarme
Toda mi vida he querido expresarme.
No tengo otro destino, otro afán, otra ley.

Fui actos sucesivos
y el olvido que destilaban
los corroía a ellos y a mí.

Sobre los actos fui palabras
y ellas buscaban una lumbre
que no me calentaba a mí.

Palabras y actos juntos
nada son sin placer del cuerpo.

Ahora regreso de esa vida umbría
buscando siempre calor de mujer.
Palabras y actos sólo allí me expresan.

Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje.

Todo cuanto pretenda enmudecerlo
maldito sea.

Vivir a cara o cruz

Carezca yo de ti
y al infortunio suceda la desgracia
y a la desgracia el cataclismo
y a todo ello asistiría
con el desinterés de un muerto.

Estés conmigo tú
y por cada brizna de dicha
que pretendan arrebatarnos
avanzarían desde mi corazón
espléndidos ejércitos de odio.

Tú puedes ser la espalda atroz de mi destino
o mi patria de carne.

Parábola

No hay amores malditos

Hay podre    leyes    usos
error    espanto    astucia
impotencias    normas    mentira
angustia    doma    compraventa
cobardía y calamidad

No hay amores malditos

Elogio de lo irreparable

Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.

Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita «¡Venganza!»

Sé una perdida, mi amor, una perdida.

En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.

Ensucian el lenguaje

Se les llena la boca de la palabra Juntos,
aprenden a decir Amor mío
como quien dobla cuidadoso un traje
o limpia el cepillo de dientes

Las bocas, las gargantas de su piel
se ahogan en un océano al que llaman Cariño:
un mar conservador y poderoso
como una tiranía

Antaño amantes con mano de tizón
se degradan hasta tibios esposos,
llegan a amarse como hermanos;
como parientes, como conocidos
Extraño incesto, extraño incesto

Llámanle Convivir a esa desgracia, Loba:
ensucian al lenguaje, al amor, a la vida

Primero nos trague la tierra

Infalibles, inmóviles, parlantes

Cien veces estuvieron a un paso
de persuadirme en su miseria.
Quédate –susurraban--, si delinques
te aplastará la soledad;
cuando tu juventud sea consumida
sólo tendrás las esquinas del mundo
y la noche con ratas y pobreza;
mas si te quedas serás agasajado
y nadie sufrirá por tu causa.
Quédate aquí. La ley cobija.

(Hablan bien estos miserables.)

Por entre la infección de sus salivas
cien veces mi vida y mi fiebre
y mi corazón emergieron
comiendo pan de rabia y orgullo
y pronunciando un no espantoso.

Tal vez soy inmortal.

Elogio de las bestias

¿Sabías que hay bestias mansas y leales
que cuando pierden su pareja
husmean el viento con hocico furioso
atacan braman reflexionan
se niegan a comer    y giran    y enloquecen?

(Félix Grande. Las rubáiyátas de Horacio Martín. Barcelona, Lumen, 1978. Estos poemas se leen igualmente en una edición, que amplía y actualiza aquellas otras ediciones y reediciones de Seix Barral y Anthropos de 1971, 1977, 1986 y 1989, de su poesía reunida en “Biografía (1958-2010)”, Barcelona, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, 2011. Imagen: El poeta, fotografiado por Ceferino López en 2008)

viernes, 15 de abril de 2016

Heart is a drum by Beck


Your heart is a drum keeping time with everyone

Me moriré en París con aguacero


(En el aniversario de su muerte, en París y 1938)

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

(César Vallejo. “Piedra negra sobre una piedra blanca” en Poemas humanos. París, Les Editions des Presses Modernes au Palais Royal, julio de 1939)

jueves, 14 de abril de 2016

Laberinto


El que sólo busca la salida no entiende el laberinto, 
y, aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido.

(José Bergamín. Las ideas liebres: aforística y epigramática, 1935-1981
Barcelona, Destino, 1998. Imagen: El laberinto de la memoria de Chiharu Shiota)

jueves, 7 de abril de 2016

Oriana


Oriana se echó en el manto de la doncella en tanto que Amadís se desarmaba. La doncella se alejó para dormir en unas matas espesas. Amadís volvió, cuando vio a su señora tan hermosa y en su poder, se sintió turbado y no osó mirarla. Allí, en aquella verde hierba, más por la gracia y comedimiento de Oriana que por la desenvoltura u osadía de Amadís, se convirtió en dueña la más hermosa doncella del mundo. Y las encendidas llamas de sus amores fueron desde ese día más ardientes, como suele acaecer en los sanos y verdaderos amores.

(Garci Rodríguez de Montalvo. Amadís de Gaula. Edición de Ángel Rosenblat. Madrid, Castalia, 1991, 2ª edición. Imagen: The Accolade Stretched Canvas (1901) de Edmund Blair Leighton)

miércoles, 6 de abril de 2016

Los cuerpos oscuros (Tres poemas de Juana Castro)


I

Mordedura

Madre para tus ojos huecos.
Para tu desmemoria.
Para el mal de rocío que te hiere la lengua.
Para tus manos grises
de cristal y avellana,

madre para el arroyo
de lana de la noche,
para tu manta roja
y sus flecos de humo,
para el fuego sin llama que te escuece en el sueño,

madre para que tú no veas
como en pliegue de astilla descender el silencio.
Madre para tu risa vana,
para el miedo y la aguja que en tus pies se detiene,
para tu intacto frío,
para tu piel aguada.

Para todo lo que
no pudiste decir y ya no existe.
Para ti, madre mía, desarbolada y ciega.
Para el abismo cierto de mi nombre.
Para mí que soy manca y baldía y no puedo
alumbrarte.

II

Un dragón siempre abierto

Hay un miembro que ladra y unas fauces.
Un dragón siempre abierto que no se sacia nunca,
que pide más y más bajel y aliento.

Y soy yo y no soy yo
mi enorme dragón rojo, una sombra
en el muro que acompañó mi llanto,
mis cintas carmesíes, el espejo
y las flautas rampantes de la noche.

Mi bestia y mi amor tierno,
que a mis pechos creciera y frente al alto
terror de los sin nombre.

Que me vive en las rosas y me deja sin aire.
Su culpa que es mi culpa.
Mi hambre que es su hambre.

III

Lacería

Cuando atardece el campo
y apacigua la parra su penacho de briega,
se me confiesa madre
entre las luces malva de su duelo.

Una niña la escucha,
pero le llueven piedras, y en el pecho
le crece una maroma que la llaga.

Y otra vez y de nuevo, madre,
en este aturdimiento de las horas oscuras,
en tu empeño porfías
y me hurtas tu amparo,
y a cambiarlo me obligas por las alas
que ni tengo ni tuve
más que en aquella fábula.

Fuese locura hacerme
fingida confidente en tus afanes,
y locura es mirarme
tan huérfana de ti,
con tu locura sola.

(Juana Castro. Los cuerpos oscuros. Madrid, 
Tigres de Papel/ Colección Genialogías, nº 2, 2016)

YA NO TENGO MENTIRAS
(Juana Castro)

martes, 5 de abril de 2016

Y así


Y así nacen los libros, en el amor, y así nacen los libros que nunca nadie lee, y así, antes de que el libro nazca, Dios lo deposita en ti como un manojo de fango que se hace luz.

Todos preguntan cómo escribir un libro: uno se acerca a Dios y dice: fecunda mi mente, entra en mi corazón y llévame lejos de los demás.

Así nacen los libros, así nacen los poetas.

(Alda Merini. Corpo d'amore. Un incontro con Gesù. Prefazione di Gianfranco Ravasi. Cura iconografica di Luca Pignatella. Milano, Frassinelli, 2007)

(E così nascono i libri, nell’amore, e così nascono i libri che nessuno legge mai, e così il libro prima di nascere Dio lo deposita in te come un manciata di fango che diventa luce./ Domandano tutti come si fa a scrivere un libro. Si va vicino a Dio e gli si dice: feconda la mia mente, mettiti nel mio cuore e portami via dagli altri, rapiscimi./ Così nascono i libri, così nascono i poeti.)