domingo, 30 de agosto de 2015

Prisionero del mar


He visto desde el aire el Atlántico norte, helado frente a las costas árticas de Terranova, y también en la cálida placidez deportiva de Mystic Harbor, otrora refugio de los balleneros. He visto muchas veces el Atlántico sur, forjador del caprichoso oleaje en las costas argentinas o templando las orillas pitucas de la oriental Punta del Este. Y alguna tarde vi los márgenes apalmerados del Mar Caribe. He visto el horizonte del Pacífico mexicano, saboreando mezcal y sangrita. He cruzado el Canal de la Mancha y el Estrecho de Gibraltar. He surcado el Cantábrico camino de Plymouth. He atravesado varias veces el Báltico en naves veloces y en demorados ferrys llenos de suecos borrachos, el Mare Nostrum en muchas de sus versiones europeas, africanas y asiáticas, el Negro dañino, el ínfimo Bósforo, y las fluviales aguas barrosas del Paraná, del Paraguay, y del Plata. Sólo los Mares del Sur me han sido negados hasta ahora, y los exóticos mares de la China y Cipango.

(Marcos-Ricardo Barnatán. Errante en la sombra. Santander, El Desvelo Ediciones, col. El legado del Barón, 17, 2015. Imagen: retrato del poeta por Pablo Hojas)

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