He visto desde el aire el Atlántico
norte, helado frente a las costas árticas de Terranova, y también en la cálida
placidez deportiva de Mystic Harbor, otrora refugio de los balleneros. He visto
muchas veces el Atlántico sur, forjador del caprichoso oleaje en las costas
argentinas o templando las orillas pitucas de la oriental Punta del Este. Y
alguna tarde vi los márgenes apalmerados del Mar Caribe. He visto el horizonte
del Pacífico mexicano, saboreando mezcal y sangrita. He cruzado el Canal de la
Mancha y el Estrecho de Gibraltar. He surcado el Cantábrico camino de Plymouth.
He atravesado varias veces el Báltico en naves veloces y en demorados ferrys llenos
de suecos borrachos, el Mare Nostrum en muchas de sus versiones europeas,
africanas y asiáticas, el Negro dañino, el ínfimo Bósforo, y las fluviales
aguas barrosas del Paraná, del Paraguay, y del Plata. Sólo los Mares del Sur me
han sido negados hasta ahora, y los exóticos mares de la China y Cipango.
(Marcos-Ricardo Barnatán. Errante en la sombra. Santander, El
Desvelo Ediciones, col. El legado del Barón, 17, 2015. Imagen: retrato del poeta por Pablo Hojas)
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