miércoles, 19 de agosto de 2015

El poeta asesinado


(6 de marzo de 2003)

Porque la vida no es noble, sobre las hojas de su para siempre perdida arboleda escribe Rafael Alberti cómo, tras la lectura de los romances neogongorinos y los primeros dramas, las actrices (Membrives, la López Heredia & Cía.) se reían a carcajadas de Federico García Lorca. Porque la vida no es buena, en la intimidad de unos aseos públicos el viento hombrón Luis Buñuel le preguntó insultante si él era “maricón” o qué; años más tarde Salvador Dalí cubriría de injurias el cuerpo indefenso del amigo huido, muerto, fusilado. Ambos, pintor y cineasta, sus amigos, calificaron como mala la poesía del poeta granadino y le apodaron “el perro andaluz”. Y están también las palabras de un fatigado Jorge Luis Borges, tristemente repetidas “ad infinitum”. Porque la vida no es sagrada, el saludo sin respuesta y la mirada homicida de José Antonio –cubierto por gasteril tropa de niñatos-- en el ruedo ibérico de un café madrileño regentado por las Parcas, perfumados de muerte. Y la delicadísima Margarita Xirgu, que en el asiento delantero de un coche no comprendía –ella, oscura magnolia— la locura tierna y febril, exasperada, de un teatro milenario. Porque la vida no es noble ni buena ni sagrada, el poeta nace asesinado”. 

(Fernando Nombela. Soñé la muerte y otros poetas
Madrid, El sastre de Apollinaire, 2011)

Así hablaba yo./ Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes/ y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando. Así hablaba, y hablo y hablaré yo, en este espantoso ritornello, en esta interminable deriva en la que no me imagino si no volviendo y volviendo atrás.

Así sea. 

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